El adolescente ha aplicado un famoso modelo matemático del siglo XIII y se ha inspirado en la disposición de las hojas de los árboles para cambiar la orientación de las células fotovoltaicas
El niño Aidan Dwyer ha conseguido aumentar hasta en un 50% el redimiento de las células fotovoltaicas |
Algunos descubrimientos trascendentales para la ciencia tienen lugar de forma casual. Quizás la historia de Newton, la manzana que cae y el descubrimiento de la forma en que funciona la gravedad sea apócrifa, pero el descubrimiento de Aidan Dwyer es
absolutamente real.
Este estudiante de solo 13 años de edad, paseando
por un bosque, descubrió que si se orientan las celdas fotovoltaicas
respecto del Sol de una determinada manera, su rendimiento puede mejorar
entre un 20% y 50%. Parece que la disposición de las ramas de los árboles, relacionada con la serie de números descrita en el siglo XIII por el matemático italiano Leonardo de Pisa (también conocido como Fibonacci) no es causal, y permite maximizar el aprovechamiento de la energía solar.
Hay
historias relacionadas con la ciencia que parecen extraídas del
argumento de una buena novela, y esta es una de ellas. Un joven
estudiante estadounidense de séptimo grado llamado Aidan Dwyer estaba
dando un paseo por los bosques de las Catskill Mountains, al norte del
estado de Nueva York, cuando notó que las ramas desnudas de los árboles no estaban orientadas al azar.
Esto es algo que generalmente pasa desapercibido para el 99% de las
personas, y seguramente para prácticamente todos los niños. Pero Aidan
lo notó, y después de investigar un poco “descubrió” algo de lo que ya
se ha hablado en NeoTeo: la pauta de distribución de las hojas en las ramas y de las ramas en el tronco de muchos árboles siguen la denominada Sucesión de Fibonacci, una serie de números descrita en el siglo XIII por el matemático italiano Leonardo de Pisa.
En efecto, desde hace mucho se sabe que la naturaleza utiliza con frecuencia esta serie de números en sus “diseños”, en la que cada término es la suma de los dos anteriores
(1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34... o Fn = Fn-1 + Fn-2). Desde la
distribución de las hojas de una lechuga hasta el número de conejos que
podemos esperar tener después de una determinada cantidad de
generaciones, pasando por número de individuos existente en cada
generación de ancestros de un zángano, pueden explicarse a partir de
esta serie. Pero esto es algo que la mayoría de los niños de 13 años
suelen ignorar.
Aidan
Dwyer lo notó, y tuvo la genial idea de relacionar este hecho con la
“dependencia” de la energía solar que tienen los árboles. Puso manos a
la obra, y construyó dos pequeños captadores solares compuestos por un puñado de células fotovoltaicas
para ver si la forma en que las ramas crecían en los árboles tenía
realmente alguna influencia en la cantidad de luz que cada hoja recibía.
Uno de los modelos agrupaba los pequeños paneles siguiendo una
distribución plana, igual a la que normalmente utilizamos para acomodar
las células sobre cualquier techo. El segundo reproducía el patrón que
el niño había observado en las ramas de los árboles.
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